Son palabras de carne
lo que el aire palpita.
Y el tuétano de mis
sentimientos se ilumina
cuando siento tu voz.
El silencio deja correr
al jameo de agua en su
persona,
para hablarte con lo vivo
que otros no ven.
La lis muerta resucita
en el alma del día,
y la flor hermosa,
llora el milagro.
Reclinado lo carnívoro,
por la infinitud de tu mano,
hace fértil lo estéril. Y mi
lengua, hace un oasis en el
desierto de tu vientre.
Soy el maíllo endulzado
por el envés de tus labios.
Tomamos lo lícito de nuestros
cuerpos, porque ellos son :
astros de libertad.
Poeta : Francisco Pinilla Sánchez
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