jueves, 14 de noviembre de 2013

ESA NOCHE DE SAN JUAN


Fue por San Juan, donde esa noche las hogueras en la
playa iluminaban como las estrellas en el firmamento.

Recuerdo como las llamas reflejaban la tez de tu rostro
guajira. 

Nos fijamos uno en el otro, y la algarabía de la gente
quedó en el vacío para los dos.

Me dirijo a tu ser, y mis versos emanaron como un 
manantial, del cual tú bebiste.

La barca con su farolillo, nos esperaba para pasearnos
por aquella bahía en una bacanal de luces perdidas en el
reflejo del agua de esa noche, en la que Poseidón nos
protegió de cualquier adversidad.

Nuestras caricias y miradas se fundían en un sentimiento
sin parangón.

La fui desnudando como si se desgranara la segunda
mujer que Dios creara en la faz del universo.

Era tal su belleza, que cuando la contemplé a la luz de la
luna desposeída de cualquier ropaje, me pareció la mujer
que Miguel Ángel anhelo por pintar, y que en vida no encontró.
Mis manos acariciaban aquella piel canela, como si fuera la
mejor seda del oriente. Sus pechos con aquellas ubres
endurecidas como naranjos de azahar, rebosan en mis labios
carnosos. Cuando acaricié sus muslos trémulos, me pareció 
gelatina de miel. Sus cabellos se perdían en mis manos como
arena de playa.

Nos correspondimos los dos en nuestra condición de hombre
y mujer en aquella noche apasionada.

Al llegar el alba la barca embarrancó en la playa.
Nuestros cuerpos cansados por el febril insomnio del romance
de la noche despertaron y mirándonos el uno al otro,
nos fuimos cada uno a nuestro destino.

No nos dijimos como nos llamábamos, ni qué condición social
teníamos, simplemente nos dejamos guiar por el destino de la
naturaleza de esa noche de San Juan.
  
Poeta: Francisco Pinilla Sánchez